domingo, 1 de septiembre de 2013



Lucas 14.1, 7-14


“El que se humilla será enaltecido”

En la serie de lecciones concretas que nos va dando el evangelio de Jesús, hoy nos llega una invitación a la humildad y también a una generosidad desinteresada.

Ambos mensajes son poco populares. Hablar de humildad no parece un tema muy moderno. Si se nos urgiera a ser eficaces o a trabajar con generosidad, nos parecería bien. Pero ¿ser humildes? Y además, ¿trabajar desinteresadamente?
  

1.- El Evangelio de hoy coloca a Jesús en una situación que podríamos llamar “comprometida”. Es sábado, día de descanso judío, ha entrado en casa de un fariseo y se ha sentado a la mesa con él, además no es un fariseo cualquiera, sino “uno de los principales”, dice el Evangelio. Además es una “comida-trampa” porque le están espiando a ver cómo actúa para después echárselo en cara. Y con todo esto, Jesús no se acobarda, sino que aprovecha la situación para tener dos pequeños momentos, de educación, de discipulado, de reflexión: una sobre la vanidad y la humildad, y la otra sobre la gratuidad.
Humildad: Virtud que consiste en el conocimiento de las propias limitaciones y debilidades y en obrar de acuerdo con este conocimiento.

2.- La primera reflexión de Jesús: La naturaleza humana tiende a engrandecerse y a vanagloriarse de sus propios éxitos, eso nos pasa a todos. Pero la sabiduría de la vida, y de la Palabra de Dios, nos orienta más bien hacia el camino de la humildad, hacia esa virtud de reconocer nuestras propias limitaciones y debilidades y comportarse conforme con este autoconocimiento, el cual demanda una madurez y una sabiduría que sólo el Señor nos puede regalar.  En el texto advertimos Jesús veía que todos se peleaban por ocupar los primeros puestos y contó una parábola para explicar cómo Dios ensalza al humilde y corrige al soberbio. “Todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. 

 

3.- La segunda enseñanza es sobre la gratuidad y también sobre cómo nos situamos ante las personas. “Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos… invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte”. No sólo se trata de dar sin esperar nada a cambio, sino de hacerlo sin distinción de personas. ¿Por qué en la vida favorecemos a unos y dejamos de lado a otros? ¿Qué es lo que nos mueve? ¿En qué situaciones de nuestra vida nos falta humildad? ¿Cuáles son los “primeros puestos” a los que aspiramos? ¿Somos de los que buscan ascender aún a costa de “pisar” a otros? ¿Hacemos acepción de personas? ¿Reconocemos a cada persona como a un hermano? Estas preguntas nos pueden ayudar a reflexionar sobre nuestra vida a la luz de la Palabra de Dios de hoy.

OREMOS
Dios de amor,
Venimos ante ti con humildad y sencillez de corazón.
No queremos los primeros asientos, pero sí queremos escuchar con claridad tu Palabra. No queremos ser el centro de la atención, pero sí queremos prestar atención a tu voz, a tu llamado, a la necesidad que nos rodea.
No nos preocupamos por asegurar un lugar en tu mesa, porque tu mesa es una mesa abierta para todos y todas.
No queremos pronunciar largas oraciones, solamente queremos decir la palabra más precisa y sentida.
No queremos darte de lo que nos sobra, sino entregarte lo mejor, lo que somos.
No queremos que nos saluden con respeto, que nos hagan reverencia; queremos más bien respetar y reverenciar la vida, en la cual tú te manifiestas, en la cual tú, también hoy, vienes a nuestro encuentro.
Con humildad nos presentamos delante de ti en esta hora, tal cual somos, para acercarnos a tu mesa donde tú te nos ofreces como alimento para nuestras vidas. Recíbenos  Señor en tu mesa como aquellos cojos, ciegos, sordos que nos anuncia el evangelio, de manera que en este encuentro tu en tu infinita misericordia nos acojas y nos des una nueva oportunidad de vida: AMEN. 

Pastora Raquel Riquelme
Domingo 1 de Septiembre 2013

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